jueves, 25 de junio de 2015

Una inyección de moral

El pasado fin de semana participé en la triatlón de la Garmin en Barcelona, en distancia olímpica. Junto con el medio Ironman de Lauragais, cerca de Toulouse, del próximo 5 de julio en el que participaré, forma parte de los dos puntos de control que tengo planificados antes del Ironman de Barcelona. No solo se tratan de una parte del entrenamiento. También son una piedra de toque para tener una idea del nivel real en el que me encuentro en estos momentos y poder encarar las semanas finales el entrenamiento con más garantías.


Y la verdad, es que no me pudo ir mejor.

Al margen del nivel de entrenamientos que estoy siguiendo, siempre es difícil analizarse a uno mismo y tratar de prever el nivel en el que estás. Más entrenando normalmente solo como es mi caso. Siempre, al menos así me ocurre a mi, tiendes a frenar el exceso de optimismo, bien por miedo a no cubrir las expectativas, bien por una falsa modestia, bien por tratar de ser prudente respecto a las posibilidades reales de cada uno. Con estos "miedos" me presenté el domingo en el pabellón de la Mar Bella. Seguro del esfuerzo realizado hasta el momento, pero sin tener claro como se transformaría en un ensayo real.


De esta guisa, con los nervios típicos del momento previo al sonido de la bocina que nos indica que comenzamos, me encontraba en la arena, junto al arco de salida en la playa. Eran las ocho y diez de la mañana. Listo para tirarme al agua. La bocina finalmente sonó. Y ahí desaparecieron todos los nervios.

Ya al comienzo varié mi estrategia, respecto de las previas de otros triatlones. Siempre me tiraba con todo el mundo, buscando un hueco entre la masa de nadadores, brazos, patadas, ... pensando en ganar unos pocos segundos. Este es un momento realmente estresante. Y al final con los golpes que ten llevas, el cansancio acelerado y los nervios de nadar en un entorno "hostil", acababa perdiendo más tiempo que lo que ganaba por saltar pronto al agua. Aconsejado por Victor, decidí esperar a que la mayoría de la gente se tirara al agua. Entonces, con espacio suficiente, me tiré yo y comencé a nadar de forma más segura y sobre todo, sin el agobio de los puñetazos y patadas que te llevas al comienzo de una prueba como esta. Y funcionó. A la perfección. Comencé relajado. El poder centrarme en mi mismo y no en esquivar a nadie, me permitió focalizar mi atención en mis brazadas, en la respiración, en la batida de piernas, en poder mirar hacia donde iba, en buscar referencias para encontrar las boyas rápidamente. Y sin darme cuenta, comencé a adelantar nadadores. Cuantos más adelantaba, mejor parecía que nadaba yo mismo. Era una sensación totalmente desconocida para mi. Conseguí un ritmo buenísimo. No quería mirar el tiempo que llevaba para no agobiarme. Pero viendo la velocidad que llevaba respecto de los demás, me era suficiente. Al girar en la última boya, encarando el arco de la salida del agua en la arena, me di cuenta de que mis buenas sensaciones eran reales. A pesar de haber entrado de los últimos al agua, y encima con el grupo de pros y de federados de mayor nivel, tenía mucha gente tras de mi. Apenas me quedaban 300 metros y no me encontraba fatigado. De hecho pude acelerar y ganar algo de tiempo al cronómetro. Salí del agua en poco más de 30 minutos. A menos de 2 minutos los 100 metros, lo cual para mi era todo una proeza. Hasta el momento no había sido capaz de bajar de 2'15" los 100 metros. Esto creo que fue un punto de inflexión en la carrera. Corrí como si no hubiera nadado hasta la bici. Veía la gente muy cansada y yo me sentía con fuerzas para adelantar compañeros incluso en la zona de transición. En apenas 5 minutos ya estaba sobre la bici. Y lo mejor estaba por llegar. Antes de comenzar me marqué como objetivo darlo todo en el agua y la bicicleta, para ver realmente mi nivel en estas dos partes. Y la carrera hacerla lo más dignamente posible, pero sin importarme el tiempo. Con esta estrategia me tiré a la carretera. Y volé. Volé como nunca lo había hecho en la bicicleta. Me acoplé a grupos de corredores que iban muy rápido. Cogíamos los 42, 43 km/h de forma sostenida, llegando a puntas de 48 km/h. No me lo podía creer. Y cuanto más velocidad cogía, más fuerte me sentía. Es increíble el poder de la mente en una prueba de fondo. Una vuelta, dos, tres... hasta llegar a la cuarta y ultima vuelta para completar los 40 kilómetros de la bicicleta. Había ido tan fuerte que dudaba si sería capaz de mantener el ritmo. Pero pensé que ya no tenía nada que perder y si mucho que ganar si conseguía mantenerlo. Y decidí apretar los dientes y meterle caña. Y acerté. Conseguí no solo mantener el ritmo sino mejorarlo. Pasaba ciclistas con una facilidad que me sorprendía. Y así, acabé esta parte con una media de 35 km/h. Si me lo hubieran dicho antes de empezar no lo hubiera creído. Y menos después de haber nadado 1500 metros a tope. Dejé la bicicleta y el casco en la percha, cambio de bambas y salí disparado. Ya solo me quedaba la carrera a pie y disfrutar. Lo que hubiera tenido que demostrarme ya lo había hecho. Y aún así, seguía con fuerzas para correr a un ritmo muy alto, cercano a los 5 minutos por kilómetro. Miraba mis pulsaciones y no subía de 150-160. Iba genial. Y lo mejor, con un ritmo sostenido, sin bajarlo. Ayudado por la ilusión, y algún que otro gel, entre en meta en 2h 36', haciendo un parcial de 51' en los 10 kilómetros a pie.



Entré en meta con una alegría tal, que apreté los puños y solté un grito yo creo que de descompresión mental, más que de otra cosa. Llevaba más de 3 meses entrenando prácticamente dos horas diarias y necesitaba, aunque no lo quería reconocer en voz alta, un resultado como este. Algo que me demostrara que todo el esfuerzo y sacrificio que estaba haciendo merecía la pena. Que trabajando duro se obtienen resultados. Y sobretodo, quedarme con la sensación de que voy por el buen camino. Que si me respetan las lesiones y consigo mantener y cumplir mi plan de entrenamiento, tengo posibilidades reales de acabar el Ironman, y quien sabe si incluso de hacer un buen tiempo.

De momento, sigo disfrutando del recuerdo y de las sensaciones del triatlón de este domingo. Y por supuesto, como esto no para, ya preparando la siguiente y última gran prueba antes del ironman. El half de Lauragais del próximo 5 de julio. Además contaré con mis mayores fans, Elisenda, Ainara y Aitor que vendrán a animarme y a pasar juntos del fin de semana. Con su aliento, no habrá quien me pare.

Si este half ironman me sale solo la mitad de bien que el triatlón de la garmin, y encima con mi familia dándome ánimos, ya no necesitaré mucho más para encarar la recta final de esta aventura.

Seguiré paso a paso. Sin prisa, pero sin pausa.


miércoles, 17 de junio de 2015

Mi motivación

Este fin de semana, mientras comíamos con un grupo de amigos, me estuvieron preguntando como llevaba el entrenamiento del Ironman. Entre risas les fui explicando como me iba. Y mientras iba explicando la cantidad de horas que entrenaba, comentado que esperaba tardar 12 o 13 horas en entrar a meta el día de la carrera, de pronto, alguien me pregunta  "¿Y cual es tu motivación para hacer el Ironman?" Al oír la pregunta, mi primer impulso fue dar una respuesta rápida. Pero la verdad es que no supe que contestarle. Me sorprendió no tener una respuesta. Al menos no tener una respuesta única. Poco a poco, y con una media sonrisa le reconocí que no lo sabía muy bien. Tal vez la motivación no era única, sino el conjunto de varios motivos. Le comenté que evidentemente se trataba de un reto deportivo muy importante, que lo hacía en recuerdo de mi padre. Pero tenía claro que no eran los únicos motivos. Aunque no me había preguntado anteriormente cuales podían ser. Supongo que desde que comencé con el triatlón, el Ironman es una especie de fin último, de meta, que tienes en el horizonte, también el buscar la sensación de que aún me siento joven y puedo realizar "proezas" deportivas para las que en teoría ya no estoy preparado, la necesidad de superar mis límites, un ego mal entendido incluso... Después de varios días sigo sin tener una lista cerrada de lo que me ha motivado a embarcarme en esta aventura.

Lo que si es cierto es que llegó un día en que sentí que había llegado mi momento, mi oportunidad, sentí la necesidad de probarme, me sentía con fuerzas para afrontar la preparación y me sentía capacitado para, al menos, intentarlo. No lo pensé demasiado. Supongo que era algo que ya había madurado inconscientemente, parte de un proceso en el que empezando desde los triatlones más cortos del principio, y que junto con lo competitivo que soy, solo podía acabar (¿de momento?) preparando y si puedo, acabando, un Ironman.

Esta semana ya he entrenado en torno a las 11 horas. Cada vez me cuesta más encontrar huecos donde meter las sesiones más largas sin desatender a la familia. Al final, son los que están haciendo el sacrificio más grande para que yo pueda entrenar. Elisenda ocupándose de los niños y de la casa, los abuelos echando una mano en la medida de sus posibilidades. Todo para que yo pueda sacar un par de horas por la noche para nadar, 3 o 4 horas el domingo para rodar con la bici. Y yo, robándole horas al sueño y a las comidas para poder completar el plan. A lo que más me cuesta renunciar es a los niños, a poder estar con ellos, a jugar con ellos, pero como ya he comentado anteriormente, es parte del precio a pagar.



En la piscina esta semana me he sentido muy flojo. Conseguí nadar en la sesión del martes 3500 metros por primera vez. Sin embargo, no se si ese sobre esfuerzo físico, o tal vez mental, no me permitió rendir las dos siguientes sesiones en condiciones. Dar una brazada después de media hora era un mundo. Corriendo bastante bien, y en la bicicleta, ya metiendo sesiones por encima de las 3 horas el fin de semana.

Esta semana participaré en el triatlón de la Garmin de Barcelona, en la distancia olímpica, como parte de la preparación. Así que algo se reducirá el volumen de entrenamientos. Mi cuerpo lo agradecerá por que me siento bastante cansado. Además, tengo ganas de sentir el hormigueo en el estómago de la competición.

Espero que todas las semanas que llevo de entrenamiento, se vean reflejadas este domingo.

martes, 9 de junio de 2015

Dar un paso atrás para seguir avanzando

Durante la última semana el cansancio hizo mella en mi y tuve que coger un día adicional de descanso. Hacía tiempo que aunque entrenaba con normalidad, notaba que cada vez me costaba más coger el ritmo en cada entrenamiento, especialmente al correr. Y sobre todo me costaba muchísimo recuperar para afrontar el siguiente entrenamiento descansado. Y el viernes mi cuerpo (o mi cabeza) dijo basta. Me puse las zapatillas para salir a correr y tras apenas medio kilómetro, mis piernas se pararon. No podría explicarlo. Fue una mezcla entre cansancio y desánimo. Aunque mi cabeza me decía "sigue", mi cuerpo no podía. Me detuve, respiré hondo y me planteé si merecía la pena. No se si con razón o no, pero decidí que en ese momento había acabado mi entrenamiento.

Mientras volvía caminando a casa, escuchando la música que me había puesto en mi ipod, intentaba analizar lo que me había ocurrido. Entiendo que había una parte física. Los entrenamientos son brutales, cada vez más largos y sobre todo seguidos. No he acabado de correr o ir en bici, que a las pocas horas me toca volver a coger la mochila y tirar hacia la piscina, y nadar otros 2000 o 3000 metros. Si son 2000 es durísimo por que son sesiones muy técnicas, que mentalmente te machacan. Y si simplemente se trata de nadar 3000 metros continuos... pues eso... dar 120 vueltas a una piscina puede ser realmente desalentador.

Eché la vista atrás, recordando como había entrenado las semanas anteriores y pensé que tal vez no sería mala idea tomar un día de descanso adicional. Las lesiones me han respetado, no me había saltado ningún entrenamiento en semanas y mentalmente necesitaba desconectar un poco. Así que llegué a casa, me duché igualmente y me dediqué a disfrutar de mi familia, de mis hijos y de mi mujer. Y fué genial. Lo necesitaba. Descansé lo suficiente, y el sábado corrí una hora con fuerzas, ganas y energía. Y eso que salí a correr a las cinco y media de la mañana porque mi hija tenía un torneo de hockey todo el día y teníamos que estar en Lleida a las diez de la mañana. A pesar de la hora, el descanso con el que comencé a correr me hizo tener sensaciones buenísimas.  

A veces es mejor dar un paso para atrás, para conseguir dar dos hacia delante tal y como me repite Victor en la piscina una y otra vez, intentando evitar que el ansía por avanzar cada vez más rápido, consiga el efecto contrario. Nuevamente, las lecciones que he ido aprendiendo desde el comienzo del entrenamiento me sirven una y otra vez. 

Y como comento, la tónica durante la semana ha sido la de sesiones largas, en las que me encontraba cada vez más cansado y me costaba más recuperar. Así que empiezo a dar cada vez más importancia a las sesiones de recuperación en casa. Baños de agua helada, Compex, hielo, geles de frío, todo lo que está en mis manos para recuperar lo más rápido posible. 



Y es que mi siguiente sesión de entrenamiento no esperará. Seguiré luchando.

miércoles, 3 de junio de 2015

Cuando lo extraordinario se convierte en cotidiano

Si las últimas dos semanas de entrenamiento han destacado por algo ha sido por la normalidad.

Estoy teniendo mucha suerte a nivel de lesiones porque me encuentro muy bien. La rodilla no ha vuelto a molestar. Si acaso, alguna molestia puntual que se pasaba con Voltarén. Pero la tónica ha sido la de la tranquilidad. He podido seguir los planes de entrenamiento sin altibajos. Eso si, cada vez ocupándome más tiempo, y costándome más encontrar tiempo y fuerzas. 

Ha sido de una forma tan progresiva que sin darme cuenta me encuentro en un momento en que prácticamente cada segundo que tengo libre lo dedico a entrenar. A entrenar, o con cualquier tema relacionado con el Ironman. Busco motivación en los videos de internet, leo libros relacionados con el tema, dedico tiempo a recuperarme físicamente bien con algún masaje o por mi cuenta con la electroestimulación del compex. Salvo el tiempo obligado que dedico al trabajo o a la familia (el poco que me queda y que les reduzco cada vez más) me da la sensación que solamente como, entreno y descanso. Hay días que cuando me meto en la cama estoy tan cansado que no puedo dormir. Puedo sentir, "oir", hasta el último músculo de mi cuerpo. Los brazos y las piernas me pesan como si fueran de plomo. Y puedo notar como la sangre fluye a golpes por mi cuerpo. Y muchas mañanas me despierto con la sensación de no haber descansado lo suficiente y a pesar de ello, a lo mejor me toca correr una hora y son las seis y cuarto de la mañana. Me levanto como puedo, meto la cara en agua helada, me visto y como un robot, abro la puerta de casa y me pongo a correr. Y sin darme cuenta, este sacrificio se ha convertido en mi rutina. El dedicarme en cuerpo y alma a entrenar, a focalizar todos mis esfuerzos en lograr un objetivo que aún parece lejano en el tiempo, pero que llegará. Estoy entrenando una media de dos horas diarias si no cuento el día de descanso. Solo durante este mes he recorrido más de 600 kilómetros entre correr, nadar y la bicicleta. Y ya no me parece extraño. Se ha convertido en mi día a día. Si hace un año hubiera visto el resumen del entrenamiento de este mes hubiera pensado que no era mío, que no era posible. Pero sí. No solo es posible. Es que además lo estoy logrando.



Es duro, pero como ya había comentado en algún momento, nadie dijo que fuera a ser sencillo. Una vez que he logrado adaptar mi vida a esta rutina, o que la rutina del entrenamiento se adaptara a mi vida, no tengo claro cual es el orden, tan solo tengo que luchar por vencer esos momentos puntuales en que el cansancio pretende imponerse a las ganas. El esfuerzo físico es importante. Pero con una alimentación adecuada y siguiendo el plan de entrenamiento de forma disciplinada, se puede sobrellevar. La carga psicológica es la que me sigue costando más. Sobre todo ahora en que prácticamente cada día tengo sesiones dobles, además coincidiendo con los días de trabajo. Y hay momentos en que, sinceramente, me quedaría en el sofá, descansando, sin más intención que la de cerrar los ojos y ponerme a dormir. Pero esto es parte también de lo que estoy haciendo. El día del Ironman estoy seguro que habrá momentos en que quiera tirar la toalla. Y el sobreponerme tal y como lo estoy haciendo a los momentos en que me saltaría algún entrenamiento, me ayudará para el día de la carrera. Estoy seguro.

Como comentaba, físicamente me sigo encontrando bien. Las sesiones las sigo acabando muy entero a pesar de ser cada vez más amplias, especialmente en las tiradas del fin de semana de bicicleta y las sesiones de natación en que ya llego a los 3000 metros. El acabar con tan buenas sensaciones me ayuda a recuperar mejor y a comenzar el siguiente día con la motivación necesaria.

Esto a punto de llegar al ecuador de la preparación. Ahora estoy en medio de la semana 13 del total de las 30 hasta llegar al día de la prueba. Y aunque soy consciente del tiempo que ha pasado, no tengo la sensación que hayan pasado ya casi 13 semanas. Parece que fue ayer cuando empecé a entrenar y a escribir mis vivencias en este blog. 

Espero que las semanas que me esperan por delante vayan, como mínimo, tan bien como las que he dejado atrás.

De momento, y por lo que respecta al mes de mayo, he corrido 150 km, nadado 20 km y hecho en bicicleta más de 460 km hasta completar los 635 km totales.