domingo, 11 de octubre de 2015

Cumpliendo un sueño - parte 2. I AM AN IRONMAN !!!

El despertador sonó puntual, pero yo ya hacía rato que estaba despierto. Pude dormir, pero entre el susto del día anterior con la bicicleta y los nervios imagino que naturales del día de la prueba, me desperté muchas veces.

Bajamos a desayunar a las seis y media. Ya había atletas haciéndolo. Además coincidió que en nuestro hotel se hospedaron los jueces de la federación española de triatlón, lo cual le dio un toque aún más pintoresco al desayuno. Podías respirar triatlón allá donde fueras. Desayuné bien pero ligero. Tres tostadas de pan con aceite de oliva y tomate y dos plátanos. No quería ir pesado, pero tampoco con sensación de hambre.

Hacia las siete de la mañana nos dirigimos a boxes. Debía revisar la bicicleta por última vez, poner los geles y los líquidos isotónicos. Una marea de atletas se dirigía hacia allí. Los nervios por lo desconocido se mezclaban por el ansia de saltar ya al agua y comenzar a nadar. Estaba ansioso, emocionado, … mil emociones se entremezclaban dentro de mi.

Una vez dejé la bicicleta preparada y vi que todo estaba correcto, me puse el neopreno y ya prácticamente con el tiempo justo para la salida, me dispuse a colocarme en mi cajón de salida. Este año la salida era continua por tiempos esperados de finalización. Yo en mi caso, me coloqué en el cajón de los que esperaban acabar entre 1h15’ y 1h20”. Me despedí de Elisenda y esperé junto al resto de competidores el momento del inicio del Ironman. Y así, puntualmente, a las 8h45’, sonó la bocina de salida. Ya no había marcha atrás. Tardé casi diez minutos más en saltar al agua desde que sonara la bocina de salida. Eramos más de 2600 personas que teníamos que saltar al agua y llevaba su tiempo. Pero llegó mi turno.

Cuando pasé bajo el arco de salida que registraba mi paso por el inicio de la competición, todos mis nervios y dudas desaparecieron. La incertidumbre se tornó seguridad. De alguna manera, sentí que el enorme trabajo y esfuerzo que había realizado me iba a ayudar. Había entrenado muy duro y estaba dispuesto a demostrarlo.

Salté al agua como una exalación. Había mucho oleaje y aprovechando una ola que acaba de romper contra la arena, me tiré de cabeza buscando un hueco que me permitiera iniciar el segmento de la natación. Sin entrar en demasiados detalles, me fue genial. Las sensaciones inmejorables. No sentía dolor. Conseguí coger una cadencia de nado muy buena desde el principio. Y eso a pesar de que el mar estaba bastante revuelto. La parte positiva fue que en la ida, el oleaje nos ayudaba. En el retorno, en los últimos 1.800 metros el oleaje nos daba de cara y nos frenaba. Pero sabía que el final estaba cerca. Me sentía muy fresco, muy fuerte. Adelantaba a muchos nadadores y eso hizo que me animara más aún. Prácticamente sin darme cuenta di el último giro a los 3.600 metros para encarar la salida del agua. Podía ver el arco de transición y la multitud de personas que nos esperaban gritando y animando. Indescriptible. Aceleré. En poco más de un hora y veinticinco minutos salí del agua. No sin ayuda. Las fuertes olas no nos dejaban salir. A mi me intentó ayudar un voluntario de la organización y justo cuando me fue a coger del brazo, una ola me enganchó y me tiró de nuevo hacia el mar. Estás tan cansado que no tienes fuerza para resistirte. En ese momento sentí como los brazos de ese voluntario me cogieron en volandas y me sacaron prácticamente de un golpe del agua. Es encomiable la labor de los voluntarios en estos eventos y no hay palabras para agradecerles todo su trabajo.

Y así, feliz como no imaginaba que saldría del agua, fui corriendo hacia la transición de la bicicleta. En la arena me esperaban Elisenda, Victor que no esperaba verle animándome y Eric con su hija Anna, mi niña. Subidón. Salí bien del agua, pero ellos me hicieron volar.


Paso al área de transición. Cambio el neopreno por el casco y las zapatillas de la bicicleta. Salgo hacia la bicicleta, la cojo, corriendo hacia la salida de boxes y monto en ella. Empecé con cautela, rápido pero sin darlo todo. Era consciente que aunque me sentía bien, quedaban muchas horas por delante. Esto no había hecho más que comenzar. Dos vueltas entre Calella y Mongat y una más corta entre Calella y Sant Andreu de Llavaneras completaban los 180 kilómetros del circuito. La primera vuelta fue estupenda. Iba fuerte. Con una media por encima de lo que esperaba de algo más de 30 km/h y con la ilusión del que ve que todo está saliendo mejor de lo que esperaba. Especialmente con la bicicleta. Tras el susto del día anterior, no había podido volver a probarla e iba con algo de inquietud por si surgía algún otro problema. Pero no, todo estaba perfecto. En poco más de dos horas y media me platé de nuevo en Calella para inciar la segunda vuelta. Antes había visto en Masnou a mi primo Ramiro y su hijo que me esperaban para animarme. Inyección de moral brutal. Y en Calella todo mi grupo de supporters me recibieron gritando y animando de una forma inimaginable. Elisenda, mis hijos Ainara y Aitor, Mis suegros, Jordi, María, Eric y Anna, Pau y Laia que son como mis sobrinos. Cuando los vi, ya iba rápido, pero entonces puse la sexta en la bicicleta. Les saludé en la última rotonda de Calella y tras dar la vuelta salí como una exhalación de nuevo hacia Mongat. Y poco después de este momento, cuando todo parecía perfecto, cuando no tenía ningún problema ni físico ni mecánico, me vino el primer bajón del IRONMAN. Por fin hacía acto de presencia… No se porqué. No hubo ningún motivo aparente para que ocurriera. Además, en el momento que menos me esperaba porque apenas llevaba 90 kilómetros en la bicicleta y era el segmento en el que más cómodo me sentía. Empecé a pensar en todo el tiempo que me quedaba por delante y me vine abajo. Me entró un desánimo brutal. Sentí que las fuerzas me abandonaba. Que no sería capaz de finalizar. Empecé a pensar que qué hacía yo allí. Que quien me mandaba meterme en esos jaleos… Y es que eso es parte del IRONMAN. Si alguien piensa que puede pegarse más de doce o trece horas machacando cuerpo y mente sin que eso pase factura está equivocado. Entonces, como un resorte, todos los mecanismos y estrategias que había preparado por si algo así me pasaba, se activaron automáticamente. Pensé en mi padre y en qué esto lo hacía por él. Pensé en mi mujer y en mis hijos  y en todo lo que me habían ayudado y en lo que se habían sacrificado por mi. Pensé en mi madre, en mi hermano, en mis amigos que habían venido con sus hijos solo para animarme. No podía defraudar a tanta gente. Y sobre todo, no podía defraudarme a mi mismo. Había venido al IRONMAN a sufrir, lo sabía. Pero sobre todo a disfrutar. Había venido a pedalear. Y eso es lo que pensaba hacer. A pesar del cansancio y del desánimo, apreté los dientes, los riñones, me puse de pies en la bicicleta y empecé a apretar. Y el momento de crisis pasó. A partir de ahí sufrí mucho, muchísimo en la bicicleta. Más de lo que hubiera imaginado. Pero conseguí superar la situación. Y me sentí orgulloso por ello. Era parte de la prueba, sabía que eso ocurriría tarde o temprano. La sorpresa para mi fue que ocurrió donde no me lo esperaba. Pero, ¿quien puede preveer y planificar al milímetro un IRONMAN?


Así y tras seis hora y medias, acabé por fin el segmento de la bici.

Al dejar la bici no podía apenas caminar. Me preguntaba cómo sería capaz de correr así, pero… no había excusas. Tocaba correr, y correr es lo que iba a hacer. De nuevo hacia la carpa de transición. Descolgué la bolsa de la parte de running. Me quité zapas y casco y me puse las bambas y la gorra. Me puse el dorsal hacia delante. Saludé y deseé suerte a mi compañero de banco, y salí corriendo de la carpa. Allí me esperaba ya mi hermano Rubén. Nueva inyección de adrenalina. Subidón. Tenía las piernas como dos troncos, pero fue verle y de nuevo me sentí con energías renovadas. Es increíble el poder de la mente. Donde el cuerpo dice basta, la mente es capaz de engañarle y que siga mucho más de lo que pudieras imaginar.

Y así comencé la maratón. Me esperaban por delante más de 42 kilómetros.  Cerca de 5 horas en el mejor de los casos para alcanzar la gloria. Empecé a correr y ya en los primeros metros me di cuenta de que no iba a ser un paseo. El dolor de la cadera que no había aparecido ni en el agua ni en la bici, hizo acto de presencia. Un fuerte pinchazo en la cadera y en la ingle me recordaba a cada paso que no iba a ser fácil. Pero no estaba dispuesto a rendirme. Sabía que no era una lesión grave, que era una simple sobrecarga, y que el dolor solo estaba en mi cabeza. La clave era conseguir un ritmo que me permitiera correr y soportar el dolor a la vez. Y así lo hice. Conseguí coger un ritmo de 7', 7.5', 8 minutos por kilómetro. Cómodo pero a la vez lo suficientemente rápido como para acabar la maratón en un a tiempo digno. Y al contrario que con la bici, comencé a disfrutar como un enano.


Es difícil de explicar como tras ocho o nueva horas de dura lucha contra tu cuerpo y contra tu mente, de cansancio extremo y de dolor continuo, y con la expectativa de que alargarías ese suplicio otras cuatro o cinco horas más, podrías disfrutar. Pues así es. Disfruté como un enano. Sabía, que si mi cadera aguantaba, el IRONMAN lo tenía a tocar con la punta de mis dedos. Y decidí planteármelo así. Cada vuelta sería un disfrute. Les puse nombres. La primera la del “reconocimiento”, la segunda la de la “monotonía”, la tercera la de “la cuenta atrás” y la última, esa fue genial, a la última la llamé la de “la gloria”. Los kilómetros cercanos a la meta eran una gozada. Miles de personas animándonos te llevaban en volandas. Era imposible no correr. Sentías su aliento en cada paso. Cada palmada de cada niño era una inyección de energía. Y cuando veía a mi gente… uffff, eso era indescriptible. El mejor momento fue cuando en la primera vuelta me encontré a todos mis niños y paré para chocarles la mano uno por uno. Creo que ese momento fue el primero en qué fui consciente de que lo conseguiría. ¿Cómo no lo iba a hacer teniéndolos allí? Vamos, aunque hubiera sido arrastrándome hubiera entrado en meta por no defraudarlos. Aunque no sería necesario.

Y así, vuelta a vuelta, paso a paso, llegó el momento de encarar la última recta hacia la meta. En cada giro de cada vuelta pasabas al lado del arco de llegada, del acceso final que tenías que coger para encarar la recta a meta. No se si por superstición, o por qué motivo, no quise mirar en ningún momento ni la meta ni el acceso final a ella. Miraba al suelo y seguía hacia delante. No quería ver que aún no había llegado mi momento de entrar en meta y venirme abajo... Ahí es donde te das cuenta que el IRONMAN es una prueba 20% física y 80% mental. A partir de las 3 o 4 horas ya estás agotado. Entonces es cuando has de creer que puedes seguir aunque tu mente no dejará de intentar hacer que abandones. Cualquier excusa será buena para ello. Pero tú has de luchar y sobreponerte. Y lo logras. Vayas si lo logras...

Pero al fin me había tocado a mi. Iba muy bien. En la última vuelta los atletas estaban destrozados. La mayoría ya caminaban. Y yo conseguí dar incluso la última vuelta sin dejar de correr. Eso me dio un ánimo y una energía brutal que se reflejó en mi llegada. 100, 50, 25 metros… por fin encaro la última curva. Ya no vuelvo a dar otra vuelta. Ya encaro la llegada. Ya piso la alfombra roja. Acelero, ya estoy en la recta final. El speaker dice mi nombre, le choco los cinco, la gente a mi lado me anima, me aplaude.


Las luces de la llegada me deslumbran. Busco a Elisenda pero no la encuentro. Apenas me quedan 15 metros para cruzar la meta y entonces, les oigo primero y les veo después. A mi derecha saltan como un resorte, primero vi a Jordi al que oí gritar, luego a Elisenda aplaudiendo y a mi hermano detrás con una sonrisa de oreja a oreja…. Y me dejo ir.


Toda la tensión, todo el dolor, todo el sufrimiento, toda la alegría, todos los miedos, inseguridades, incertezas, toda la presión, toda la ilusión, toda la felicidad, todo saltó por los aires. Empecé a saltar, a gritar, a darles las gracias. Todos mis músculos se pusieron en tensión para decirles que lo había conseguido. Mis gritos eran de agradecimiento por que sin ellos no hubiera podido conseguirlo. Miré arriba para decirle a mi padre que por fin lo había conseguido, que era un IRONMAN.


La rabia que sientes en ese momento es indescriptible, sale de ti como una fiera a la que liberas tras estar mucho tiempo enjaulada. Y entonces llega la felicidad absoluta.

La sensación al cruzar la meta del IRONMAN, al menos para mi, solo la superó el nacimiento de mis hijos.

Y el resto es historia. Tras cruzar la meta y recibir la tan ansiada medalla, fui corriendo, bueno, eso es una forma de decirlo porque no podía ni caminar, hacia la salida de la zona de llegada para besar y abrazar a Elisenda. Y fundirme en otro abrazo con mi hermano y Jordi.

Lo demás, os lo podéis imaginar. Cansancio y felicidad a partes iguales. El regreso a casa con la sensación de que es imposible que ya se hubiera acabado. Y sobre todo, sensación de gratitud. A tanta y tanta gente que ha estado pendiente de mi. Y que no han dejado de ayudarme. No solo durante los meses de entrenamiento sino durante la carrera en que se formó una verdadera hinchada que durante todo el día estuvo pendiente de mi y de animarme a través del móvil. Yo no lo supe hasta acabar la carrera pero fue increíble como toda mi familia y todos mis amigos, la mayoría que no se conocían entre ellos, se aliaron en una comunión difícil de explicar para seguir mi evolución durante todo el IRONMAN y especialmente empujar todos juntos durante el último segmento de la maratón. Así hasta mi llegada en que todos se felicitaron y me felicitaron por mi éxito. Mi éxito que es su éxito. No me cansaré de decirlo, empezando por mi mujer y acabando por el último de mis amigos,  pasando por mi madre, hermano, suegros, cuñado, .... sin todos ellos jamás hubiera conseguido esta hazaña. No supe de todos sus mensajes y ánimos durante la carrera. Pero pueden estar seguros que los sentí y me llevaron en volandas durante toda ella. Y desde aquí también un saludo y un abrazo de gratitud a las personas de televisió del Maresme, especialmente a Marta, que consiguieron que este sueño haya sido un poco más especial aún.

MUCHAS GRACIAS A TODOS.

Papá, lo conseguí. Espero que estés orgulloso de mi.

Y al resto, nos vemos el próximo 5 de junio del año que viene en mi siguiente reto: IRONMAN NIZA 2016.


¡¡ Hasta pronto !!

Cumpliendo un sueño - parte 1. Preparándome para la carrera


Ya ha pasado una semana desde que cruzara la meta del IRONMAN de Barcelona 2015 y aún me sigue pareciendo un sueño. Es curioso qué lejos se ven los sueños de hacerse realidad, y cómo una vez que lo consigues, siguen pareciendo en parte irreales. Como si siguieran siendo eso, un sueño más allá del recuerdo y de la conciencia de que ha sido real, de que lo has conseguido, de que crucé la meta del IRONMAN, de que soy Finisher. Pero es real, ya lo creo que lo es…

La semana previa al IRONMAN fue muy dura. Mis dolores de cadera se debían a una sobrecarga del glúteo y del recto. Con la ayuda del trauma y de un fisioterapeuta, intentamos conseguir que pudiera llegar al día de la competición con el menor dolor posible. Una sesión de fisioterapia e inyecciones diarias de vitamina B para relajar la musculatura hasta el mismo día del IRONMAN me ayudaron. Reduje el nivel de entrenamiento de la semana previa a prácticamente descansar. Y no llegué sin dolor, pero la situación era mucho mejor. Eso si, llegaba con un temor añadido, y era como respondería mi cadera durante todo el día de la competición. Si ya me dolía simplemente al girarme en la cama, ¿cómo iba a conseguir nadar 4 kilómetros, ir en bicicleta 180 kilómetros y correr 42 y encima a un nivel de intensidad medio-alto? Sinceramente, estaba cagado de miedo. Después de más de medio año de mucho trabajo, de sacrificio personal y familiar, económico … ¿cómo podía irse todo al garete por un dolor cinco días antes del IRONMAN? Era algo que me quitó el sueño cada día hasta el mismo momento de saltar al agua el domingo.

Así llegué al viernes donde comenzó la fiesta de los atletas en Calella. Era el día de la pasta party. Con Jordi y Eric, mis compañeros de batallas deportivas y amigos inseparables, fuimos a disfrutar del ambiente y a recoger mi dorsal. Ahí empezó el fin de semana de la competición. El ambiente era increíble. Atletas de más de 60 países, Sudáfrica, Israel, Uruguay, USA, Australia … con especial mención a México que con más de 150 atletas, no solo era uno de los países que más atletas concentró sino que con su simpatía y alegría nos contagió a todos de las ganas por que llegara cuanto antes el momento de saltar al agua. Disfrutamos de la presentación de la organización, de la cena de bienvenida y de la compañía del resto de los atletas que en un ambiente muy internacional, te hacía sentir parte de algo muy grande.

Esa noche regresamos a casa y no sería hasta el día siguiente, el sábado, que no volvería a Calella con Elisenda, mi mujer, ya para quedarnos todo el fin de semana. Al llegar a Calella, lo primero fue dejar las cosas en el hotel. Descargamos bolsas, bicicleta y fuimos a ver el ambiente de la Expo del Ironman y asistir al briefing de la organización donde nos explicarían los puntos más relevantes a tener en cuenta durante la competición.

Y además, durante la mañana del sábado viví uno de los momentos más especiales del fin de semana. La televisión del Maresme, que era quien de forma oficial retransmitía el evento y enviaba la señal a la organización de IRONMAN para que esta a su vez la ofreciera en streaming para todo el mundo, querían hacerme una entrevista. Habían visto este blog y estaban interesados en mi historia, en mi motivación para hacer el IRONMAN, y en cómo mi padre era el motor principal de esta aventura. Fue toda una experiencia. Muy bonita. Estaré siempre agradecido a Marta Mestre y al resto de sus compañeros de televisión del Maresme por hacerme vivir una experiencia tan interesante. No hizo más que hacer más grande aún lo que iba a vivir.

Tras el briefing, paseo por la zona de llegada, visita al arco de meta y a comer. Debíamos dejar la bicicleta en boxes entre las 14:30 y las 18:30. Al acabar de comer fuimos al hotel a preparar las bolsas que había que dejar junto con la bici en la zona de transiciones. Antes de dejar la bicicleta quise ir a dar una vuelta con ella para probarla y asegurarme que todo estaba correcto… pero no lo estaba. La idea era ir de Calella a Sant Pol y volver. Apenas 10 kilómetros para probar frenos, cambios, neumáticos… y  al llegar a Sant Pol, dar media vuelta y regresar dirección Calella, algo pasó con mi cambio. En una subida, al intentar bajar de piñón, el cambio se me bloqueó. Y comenzó el desastre. La maneta de cambio apenas se movía, y aunque lo hiciera, tampoco me cambiaba de piñón. Algo pasaba. No me lo podía creer. Quedaban poco más de dos horas para cerrar boxes y estaba a 4 kilómetros de Calella con el cambio roto y sin saber qué hacer. Intenté mantener la calma y pensar qué hacer porque no tenía mucho margen de tiempo. Por suerte, la organización tenía puntos de asistencia donde ayudaban a los atletas si tenían algún problema con las bicicletas. Como pude, no sin problemas, me dirigí al punto que había de asistencia cerca de la meta. Tardé como unos veinte minutos y al llegar… había dos personas delante de mi. Comenzaba a desesperarme. Pasaban los minutos y seguía sin creerme que esto me estuviera pasando a mi. Finalmente, y a poco más de una hora de cerrar boxes, sobre las cinco de la tarde, el mecánico me cogió la bici. El diagnóstico era claro. Rotura del cable del cambio. De entrada respiré tranquilo. Parecía algo sencillo de arreglar. Aún estaría a tiempo de dejar la bicicleta en boxes… pero el destino quería seguir teniéndome en vilo… Resulta que el cable se rompió por el peor de los sitios, cerca del tope del cable que se mete en la maneta, y lo que al principio parecía coser y cantar se convirtió en una batalla entre el mecánico y mi bicicleta. Sin entrar en detalles, hubo un momento en que el mecánico se veía incapaz de sacar un trozo de cable del interior del mecanismo, lo cual impedía poner el cable nuevo y arreglar el cambio. Ahí me vi fuera. Quedaban 30 minutos y solo un milagro podría arreglar aquello. Pensar que todo el trabajo de siete meses podía irse al traste por un cable de 2 euros me parecía una broma de mal gusto. Pero así era. Y justo cuando todo parecía perdido, cuando ya empezaba a asumir que este fin de semana no sería el de mi debut en un IRONMAN, el puñetero trozo de cable roto saltó de la maneta. ¡No me lo podía creer! Le cambió la cara incluso al mecánico. Y a partir de ahí, el sol salió en Calella… En menos de cinco minutos tenía la bicicleta arreglada. Nunca podré agradecer suficientemente el esfuerzo que hizo aquel hombre en mi bicicleta.

Con la bicicleta arreglada, salí disparado hacia el hotel para recoger las bolsas y llevarlas con la bicicleta a boxes. Me quedaban apenas 30 minutos. Al llegar al hotel, Elisenda me esperaba pensando que me había pasado algo en la carretera. La pobre me esperaba en quince minutos. Tardé hora y media.

Suerte que tenía todo preparado. Cogía las bolsas, un beso a mi mujer y como alma que lleva el diablo salí disparado hacia boxes. Solo eran un par de kilómetros, si llegaban, pero se me hicieron eternos. Entraba en el campo de futbol de Calella a las 18:10. Con solo veinte minutos antes del cierre de boxes. Pero allí estaba. Feliz. No podría describirlo de otra manera. Hubiera sido muy cruel no poder participar por un problema mecánico del última hora. Lo positivo es que me ocurrió el sábado. Si no hubiera probado la bicicleta, me hubiera ocurrido seguro nada más comenzar con la bicicleta el día del IRONMAN… y eso si hubiera sido un desastre.

Así entré en boxes, con el susto aún en el cuerpo pero muy contento. Disfruté de la liturgia de dejar la bici en la percha, cubrirla con la bolsa de plástico para protegerla de la humedad de la noche y de colgar las bolsas de las transiciones en la carpa de transición.

Tras ello, recogí a Elisenda y nos fuimos a cenar. El ambiente en Calella era increíble. Toda Calella estaba invadida de los atletas y de sus familiares y amigos. Las tiendas engalanadas con banderas con el logotipo del IRONMAN. Los atletas con las mochilas, camisetas, sudaderas de la prueba... Miraras donde miraras tenías claro a qué habías ido a Calella ese fin de semana. Y así, con un buen plato de pasta en el cuerpo y la compañía de la persona más maravillosa del mundo, acabó el día.

En el hotel, dejé todo preparado para el día siguiente, me di un baño de agua bien caliente para intentar relajarme y puse el despertador a las 6 am… y a dormir.

lunes, 28 de septiembre de 2015

Llegando al final del camino

Apenas 6 días me separan del final de este viaje. Y llego exhausto.

Una de las consecuencias del cansancio en la recta final ha sido incluso el no haber tenido fuerzas para escribir en el blog. Aunque cueste creer, llegué a un punto en que sólo pensar en tener que revivir las experiencias de cada semana se me hacía una tortura.

Agosto fue un mes especialmente duro. Al calor sofocante hubo que añadir que mi cuerpo empezó a dar señales de estar realmente agotado. Mentalmente me costaba encontrar motivación para seguir entrenando cada día, dos, tres horas entre semana, dobles sesiones, o más de cien kilómetros en bicicleta durante el sábado para correr al día siguiente otras dos o tres horas.

Es curioso. El objetivo lo tenía claro. Sin embargo, en mi cabeza parecía pesar más el cansancio físico y mental que la ilusión por el Ironman. Son tantas semanas, tantos días, tantas horas entrenando sin parar, que a la ilusión normal y esperada del principio, le acaba sustituyendo con el tiempo, la monotonía y la rutina. Conoces el objetivo, pero ya no parece real porque nunca llega. Otro factor importante que jugó en mi contra fue la soledad en los entrenamientos. Había leído mucho al respecto. Al final el triatlón no deja de ser un deporte individual, pero no es lo mismo entrenar solo que en grupo. Especialmente las tiradas largas en bicicleta. Cuando llevas cuatro o cinco horas subido a la bicicleta, te duele la espalda, los brazos, el culo ya ni lo sientes. Y piensas: "Aún me queda una hora o dos. Y esto no es nada. El día del Ironman tendré que hacer esto después de más de una hora nadando. Y después de bajarme de la bicicleta me tocará correr un maratón... ¿pero que hago yo haciendo esto si solamente soy un tipo normal? Esto no está hecho para mi..." Y solo quieres volver a casa...Esos momentos son los que te hacen dudar de ti mismo, de tu capacidad y del nivel de tu preparación. Dudas de si habrás entrenado correctamente, las suficientes horas, con la suficiente intensidad. Si tu cuerpo responderá como esperas o si simplemente aguantará las doce o trece horas que pueda estar nadando, en la bicicleta o corriendo durante el día de la prueba.

Las horas que pasas en la piscina también son eternas. Tan solo escuchas el ruido que hacen las burbujas cuando sueltas el aire. Bajo el agua solo ves el contorno de otras personas. Con suerte, tal vez roces un brazo y te recuerde que hay más gente a tu alrededor aunque llegue un momento en que pierdas conciencia de ello. Pero te encuentras solo. Largo, tras largo. Giro tras giro al final de cada piscina. Haces sesenta largos, setenta, ochenta.... Las burbujas al expirar son tu única compañía. Miras tu cronómetro y piensas ... "venga tío, solo te quedan mil quinientos metros, sesenta largos más y a la ducha..." Y lo ves un mundo. Había oído que los nadadores llegan a contar el número de baldosas del fondo de la piscina y pensaba que era una exageración. No lo es. Yo lo he hecho.

Y corriendo... corriendo haces lo que puedes. Suele ser la última de las dobles sesiones entre semana. Y ya las comienzas agotado. Y te convences de que por muy cansado que te encuentres, el día del Ironman pagarías por encontrarte así durante la maratón, porque seguro que estarás peor. Y sigues corriendo.

Compex, hielo, antiinflamatorios, pasta y arroz integral, geles, recuperadores, bebidas isotónicas, plantillas, pastillas de sal... son palabras que repites una y otra vez. Forman parte de tus pensamientos como un mantra. Vas a trabajar y lo ves como un descanso en tu rutina diaria. Ves a tus hijos y te parece un regalo porque apenas los ves. Y piensas de nuevo ..."Venga Álvaro. Esto lo haces en parte por ellos, para que se sientan orgullosos de ti, es el precio a pagar para llegar a ser su Ironman particular". Te sugestionas, tal vez te engañas pero al final, sus miradas, sus ánimos, son los que consiguen que saques fuerzas y ánimos de donde no hay. Y así te vas a la cama. Te dejas caer agotado y te quedas dormido mientras tu mujer te pregunta como te encuentras, si necesitas algo... No la puedes ni contestar. Rendido, caes dormido casi al instante. Y al día siguiente, vuelves a comenzar.

Así pasé agosto y lo que llevamos de septiembre. No me he saltado apenas sesiones de entrenamiento. Tan solo una semana que dediqué a ir de viaje en vacaciones con mi mujer, mis hijos y unos amigos. Y viéndolo con perspectiva, lo que al principio pensé que sería un obstáculo, un freno en mi preparación, fue decisivo para recuperar energía, ganas, pero sobre todo confianza.

Necesitaba parar. Tal vez no físicamente. Pero si mentalmente. Necesitaba recordar la sensación de levantarme un día sin estar obsesionado en nadar cuatro kilómetros, correr veinte o pasar la mañana subido a una bicicleta. Necesitaba desayunar tranquilo con mis hijos, pasear sin prisas con mi mujer o mantener una conversación con unos amigos.

Y de esta forma conseguí recuperar la ilusión. ¿Cómo? Echando de menos mi objetivo. Recordando para qué me he esforzado tanto durante tantos meses. Visualizando una vez más el día del Ironman.

Y así comenzó septiembre. El mes clave de mi entrenamiento, tanto por volumen (en torno a las 15 horas semanales) como por la proximidad con el día de la prueba, el próximo 4 de octubre.

Las fuerzas siguen siendo justas. Las horas invertidas en los entrenamientos no perdonan. Pero a la vez comienzo a recuperar la inversión. Estoy muy fuerte. Acabo las sesiones largas bastante entero. Y la semana pasada participé en las diez millas de la dam tot dammloop de Amsterdam corriendo a un ritmo de menos de 5 minutos por kilómetro, lo cual es un ritmo buenísimo para mi. Y acabé con la mejor sensación en los 6 años que llevo participando. Eso fue una inyección de ánimo brutal.

El trabajo ya está hecho. Ahora solo me quedan unas pocas sesiones de adaptación hasta el domingo.

Tan solo un obstáculo que no se como acabará puede poner en riesgo mi participación. Desde hace cuatro días tengo un dolor en la cadera que me impide correr en condiciones. Hoy tengo visita con el traumatólogo. No se que me dirá, pero lo que tengo claro, es que ahora ya no me podrá parar nada.

Tal vez la cadera no me permitirá llegar al 100% como esperaba. Pero llegue como llegue nadaré y montaré en bicicleta haciéndolo lo mejor posible. Y corriendo la maratón... pues será una incógnita, pero mientras pueda correr correré, cuando ya no pueda andaré... y si ni siquiera puedo andar, gatearé. Pero no pararé hasta cruzar la meta o hasta que me descalifiquen los jueces por haber superado el tiempo máximo para llegar.

Atrás quedan más de 150 kilómetros nadados, 2800 kilómetros en bicicleta y 900 kilómetros corriendo desde que empecé esta aventura, hace apenas 7 meses. Más de lo que jamás pensé que pudiera aguantar mi cuerpo. Pero lo ha hecho y ahora solo me queda ponerle la guinda al pastel.

Nos vemos el próximo domingo a las 8:45 en la playa de Calella.

Papá, va por ti !

jueves, 6 de agosto de 2015

Disciplina + Esfuerzo + Ambición = Éxito

En las últimas dos semanas ha comenzado a aumentar el volumen de mis entrenamientos de forma significativa. Tan solo quedan diez semanas para el Ironman y ahora comienzo el mes de mayor carga. las próximas seis semanas serán realmente duras. Especialmente durante las tiradas largas del fin de semana. Las piernas y la espalda las tengo muy cargadas. Me cuesta mucho recuperar. Ya llevo dos semanas iendo al fisio a que me haga un masaje cada lunes, aprovechando que es mi día de descanso. Sobre papel ya daba la sensación de que sería duro. Pero lo está siendo mucho más una vez que te encuentras cara a cara con este desafío. Cada día que pasa me doy más cuenta de la envergaruda de esta locura. Últimamente tengo la sensación de que todo mi tiempo libre lo dedico a pensar en el triatlón, en nadar, en correr, en ir en bicicleta, en estirar, en reflexionar... Me ocupa el 100% de mi vida en estos momentos. Ha acabado invadiendo todos los rincones de mi vida, porque incluso cuando no estoy entrenando, lo tengo presente en mi cabeza, pensando, analizando, estudiando cualquier aspecto de los entrenamientos pasados, o de los que tengo por delante. Cuanto menos falta para el día de la competición, más tiempo dedico a pensar en ese día. En que estrategias seguiré, en como se comportará mi cuerpo, en si soportaré la tortura de estar doce, trece horas llevando mi cuerpo hasta un límite en el que no ha estado nunca. Cada vez siento más nervios por la llegada de ese día, pero a la vez cada vez tengo más ganas de que llegue.

Físicamente me siento mejor que nunca. A pensar del cansancio estoy asimilando los entrenamientos perfectamente. Este último fin de semana hice más de 100 kilómetros en bicicleta y sin problemas. Además a medias de velocidad muy buenas, en torno a los 30 km/h que ya es mi objetivo para el Ironman. Y al dia siguiente corrí más de 20 kilómetros durante dos horas. Y a pesar de que el lunes me sentía muy cargado, el martes ya estaba de nuevo corriendo sin notar nada. Imagino que el masaje del día anterior ayudó. Pero ciertamente me siento muy fuerte, muy seguro de mi mismo. El sentir que todos los meses que llevo entrenando están dando su resultado, hace que confíe cada vez más en mi capacidad física y en mis posibilidades. Y es una dinámica positiva. Porque esta confianza está alimentando mi fortaleza mental para afrontar los entrenamientos que tengo por delante. Y dado que me esperan unas palizas de cuidado, estoy muy contento porque si en algún momento he necesitado confianza es ahora.


El que el tiempo se haya estabilizado y no hayan subido más las temperaturas e incluso que haya habido algún día de tregua, ha sido muy importante porque me ha permitido volver a tener entrenamientos de calidad. Estoy cuidando más que nunca mi alimentación. Días atrás me dio un bajón de energía. No tenía fuerzas ni para subir unas escaleras. Si no entrenaba, me pasaba el día sentado o descansando en la cama, en el sofá. Estaba vacío a nivel de fuerzas. Al final, y dado que ya comía de forma equilibrada, lo resolví aumentado la cantidad de comida. No me había dado cuenta pero quemo tal cantidad de calorías en estos momentos, que prácticamente necesito comer el doble que hace unos meses para mantener el nivel de esfuerzo durante los entrenamientos y sentirme con energía. Y no solo cuando entreno, sino durante el resto del día. Vuelvo a estar recuperado, afortunadamente, pero no he de despistarme en este punto.

No quiero que el entrenamiento de 30 semanas se pueda ir al garete por no haber sabido equilibrar mi alimentación e incluso poder hundirme durante el Ironman. Al principio de mi entrenamiento me conformaba con acabar la prueba. Ahora no, ahora quiero dar el 120% de mi mismo y acabar en un tiempo que dentro de mis posibilidades pueda considerar un éxito. Y para ello necesito cuidar todos los aspectos de mi entrenamiento, el entrenamiento físico, el descanso, la motivación y la alimentación.

Ahora más que nunca comienzo a disfrutar de mi aventura. Cerraré los ojos, respiraré hondo y seguiré empleandome en cuerpo y alma.

miércoles, 22 de julio de 2015

Entrenando en el infierno

Durante las últimas semanas estamos sufriendo una ola de calor que está causando estragos. En pocos momentos del día se baja de los 30 grados y solo al amanecer o tal vez, entrando la noche, puedes entrenar encontrado temperaturas algo más suaves. Esto está haciendo que entrenar durante estos días se esté convirtiendo en un auténtico suplicio.

Debido a que entreno en la piscina entre las 20h y las 22h, el resto de entrenamientos solo puedo hacerlos de lunes a viernes, o a las 6 de la mañana o hacia el mediodía, que precisamente es el momento del día en que más calor hace. Y para poder combinar los entrenamientos con el resto de mis obligaciones, no me queda más remedio que entrenar muchos días sobre las 15h. Esto ha convertido mis últimas salidas es un auténtico castigo.

En bicicleta las salidas aún se soportan mejor. El hecho de que puedas llevar líquidos en todo momento permite llevar el entrenamiento mejor. Que te de el aire, aunque parezca que te quema, también atenúa un poco el calor. Pero correr a más de 35 grados en muchas ocasiones, y evidentemente, no poder hidratarte cuando lo necesitas sino cuando coincide que encuentres una fuente, es muy duro. He probado a llevar la mochila de hidratación, pero el calor y la humedad son tan agobiantes, que me resulta peor la molestia de llevarla y el calor y sudor que me provoca en la espalda, que el poder aguantar sin beber hasta la siguiente fuente. He ido adaptando las rutas para poder beber cada quince o veinte minutos. Además que justo antes de salir así como cuando acabo el entrenamiento, me aseguro de tomar todos los líquidos que necesito. No obstante, por mucho que te adaptas, está siendo terrible. El calor no da tregua. Y esto, junto con el cansancio que llevo acumulado, hace que cada día cueste más que el anterior encontrar las fuerzas y la motivación para salir a entrenar. Espero que pronto bajen las temperaturas porque si no, me temo que el rendimiento de mi preparación lo va a notar.

A pesar de todo ello, estoy haciendo todos mis esfuerzos por seguir mi plan para el Ironman. No he podido evitar reducir en un pequeño porcentaje los volúmenes debido al calor, pero sin perder el número total de entrenamientos, salvo alguna sesión puntual en la piscina. Y siempre he intentado suplirla nadando en mar abierto.

Eso si, el fin de semana me permití una licencia. Cambié la sesión de bicicleta en ruta por una salida con la BTT por Collserola con Eric. Me apetecía hacer algo diferente y sobre todo, acompañado. Fue un pequeño premio que me di por "lo bien que me había portado" las semanas anteriores. Las lesiones me han respetado y la fuerza de voluntad me ha acompañado. No he perdido casi sesiones de entrenamiento así que un pequeño cambio por un día, no se notará al final. Y sin embargo, para mi es un pequeño "break" que me ha dado aire para seguir con más fuerza.


Fue una salida genial, divertida. Eso sí, con mucho calor y humedad como no podía ser de otra manera. Pero en la que volví a sentir el ir en bicicleta como un placer y no como una obligación. Recuperar buenas sensaciones y tomar una Coca-Cola bien acompañado me han renovado las ganas por continuar.

Eso si, tuvimos nuestra anécdota del día y es que ya casi al llegar a casa, en la última bajada, pinché la rueda trasera así que me tocó hacer de mecánico. Un motivo más para reírnos y volver con una sonrisa a casa.

Revisando los volúmenes de junio, sigo en la buena línea según el plan establecido: 647 km de los cuales, 26 km nadando, 500 km en bicicleta y 120 km corriendo aproximadamente.


martes, 7 de julio de 2015

Un fin de semana especial

Las dos últimas semanas de entrenamientos han sido un poco diferentes de lo habitual. Por un lado debía conseguir recuperarme del triatlón olímpico de la Garmin del pasado 21 de junio en Barcelona, pero por otro tenía que conseguir llegar en óptimas condiciones al Half Ironman de Lauragais en el que he participado este domingo 5 de julio.
Al final se trata de aplicar una mezcla de plan de entrenamiento, sentido común y saber escuchar lo que te dice el cuerpo. Lo agitas todo bien y al final siempre sale un coctel con unas sesiones perfectas para entrenar.

Y al final llegó la guinda del medio Ironman. La última gran etapa antes de lanzarme ya de cabeza en la preparación final para el Ironman de octubre. Escogí el Half de Lauragais por varias razones. La primera que por fechas encajaba con mi plan de enternamiento, la segunda que estaba relativamente cerca de casa y podía ir en coche (está a 350 kilómetros de Sant Cugat, en la localidad de Nailloux, a poco más de 30 kilometros de Toulouse) y finalmente porque por condiciones, era un triatlón lo suficientemente duro, debido al fuerte desnivel en el segmento de la bicicleta, como para que fuera una comprobación fiable de mi estado de forma real, ya como último test hasta el Ironman.

 

Si una prueba como esta, un medio Ironman, con 1,9 Km de natación, 90 km en bicicleta y 21 km corriendo ya es de por si exigente, en esta ocasión fue durísima porque al desnivel de la montaña que ya esperaba en la bicicleta, tuvimos que añadir unas rachas de viento muy fuertes y un calor por encima de los 32 grados, que hizo incluso que la organización, por seguridad, eliminara una de las 4 vueltas de la carrera a pie, dejando el último segmento en 16 kilómetros.

El entorno era genial, de típica campiña francesa. La natación era una vuelta completa al espectacular lago de Thésauque. La bicicleta, dos vueltas a un circuito que por poco no llegaba a los 90 kilómetros entre campos de trigo y  girasoles, atravesando varios pueblos y animados en todo el recorrido por un montón de gente, sentados en las puertas de sus casas, haciendo sonar campanas y cencerros a nuestro paso y arropados y cuidados por los voluntarios de la organización. Te hacían sentir como un corredor del Tour de Francia. Sin palabras. Y para rematar, los 16 kilómetros en que se quedó la media maratón y que los recorrías dando tres vueltas al lago en un entorno sencillamente increíble. Eso sí, increíble a pesar de los 36 grados con los que acabamos corriendo hasta la entrada en meta.

 

Pero lo mejor de todo, el poder contar con mi mujer y mis hijos en todo momento. Deseándome suerte antes de que sonara la bocina y saltara al agua, empujándome con sus ánimos al salir del lago y montar en la bicicleta. Pero sobre todo, lo que me hizo volar al final, fue cuando, ya corriendo, con el cansancio acumulado y el terrible calor que nos azotaba, la cabeza me pedía parar. Entonces los vi en la primera curva, con los brazos en alto esperando a que pasara a su lado para animarme. El tenerlos “empujándome” a cada vuelta alrededor del lago fue determinante. Las fuerzas ya no eran las del principio, el calor apenas me dejaba respirar, pero pasar a su lado, escuchar sus voces, sus gritos de ánimo, chocar las manos de mis hijos, dar un beso a mi mujer y resumiendo, sentir su aliento en todo momento, hizo que consiguieran lo que no esperaba: realizar todo el último segmento sin caminar ni un solo metro, corriendo a una media de unos 6 minutos el kilómetro a pesar de lo que ya llevaba en el cuerpo y de que el calor tan asfixiante convirtiera cada paso en un suplicio. Me quemaba el aire en los pulmones. Las piernas pesaban cada vez más. Y a pesar de ello, empecé a adelantar a otros corredores y me sentí con fuerzas renovadas. Ellos me llevaron en volandas hasta la meta. Esa meta que me ayudaron a cruzar mis hijos. Con ellos en brazos y mirando al cielo, dedicando la carrera a mi padre como siempre, crucé el arco de llegada en 5 h y 43 minutos. Exhausto, agotado, pero feliz por tener a mi familia conmigo.


Como siempre, mis éxitos son sus éxitos y son los únicos responsables de que pueda afrontar un reto como este. Ellos ya lo saben, no hace falta que se lo repita, pero ahora y siempre, ¡Gracias!, sois la fuerza que me hace dar una brazada tras otra, empujar un pedal tras otro, dar una zancada tras otra. Sois mi vida y os quiero mucho. Esta aventura solo tiene sentido con vosotros a mi lado. 

Ahora ya solo nos queda el final del viaje. Lo encaro con más ilusión y fuerza que al empezar. 


¡ Vamos a por ello !

jueves, 25 de junio de 2015

Una inyección de moral

El pasado fin de semana participé en la triatlón de la Garmin en Barcelona, en distancia olímpica. Junto con el medio Ironman de Lauragais, cerca de Toulouse, del próximo 5 de julio en el que participaré, forma parte de los dos puntos de control que tengo planificados antes del Ironman de Barcelona. No solo se tratan de una parte del entrenamiento. También son una piedra de toque para tener una idea del nivel real en el que me encuentro en estos momentos y poder encarar las semanas finales el entrenamiento con más garantías.


Y la verdad, es que no me pudo ir mejor.

Al margen del nivel de entrenamientos que estoy siguiendo, siempre es difícil analizarse a uno mismo y tratar de prever el nivel en el que estás. Más entrenando normalmente solo como es mi caso. Siempre, al menos así me ocurre a mi, tiendes a frenar el exceso de optimismo, bien por miedo a no cubrir las expectativas, bien por una falsa modestia, bien por tratar de ser prudente respecto a las posibilidades reales de cada uno. Con estos "miedos" me presenté el domingo en el pabellón de la Mar Bella. Seguro del esfuerzo realizado hasta el momento, pero sin tener claro como se transformaría en un ensayo real.


De esta guisa, con los nervios típicos del momento previo al sonido de la bocina que nos indica que comenzamos, me encontraba en la arena, junto al arco de salida en la playa. Eran las ocho y diez de la mañana. Listo para tirarme al agua. La bocina finalmente sonó. Y ahí desaparecieron todos los nervios.

Ya al comienzo varié mi estrategia, respecto de las previas de otros triatlones. Siempre me tiraba con todo el mundo, buscando un hueco entre la masa de nadadores, brazos, patadas, ... pensando en ganar unos pocos segundos. Este es un momento realmente estresante. Y al final con los golpes que ten llevas, el cansancio acelerado y los nervios de nadar en un entorno "hostil", acababa perdiendo más tiempo que lo que ganaba por saltar pronto al agua. Aconsejado por Victor, decidí esperar a que la mayoría de la gente se tirara al agua. Entonces, con espacio suficiente, me tiré yo y comencé a nadar de forma más segura y sobre todo, sin el agobio de los puñetazos y patadas que te llevas al comienzo de una prueba como esta. Y funcionó. A la perfección. Comencé relajado. El poder centrarme en mi mismo y no en esquivar a nadie, me permitió focalizar mi atención en mis brazadas, en la respiración, en la batida de piernas, en poder mirar hacia donde iba, en buscar referencias para encontrar las boyas rápidamente. Y sin darme cuenta, comencé a adelantar nadadores. Cuantos más adelantaba, mejor parecía que nadaba yo mismo. Era una sensación totalmente desconocida para mi. Conseguí un ritmo buenísimo. No quería mirar el tiempo que llevaba para no agobiarme. Pero viendo la velocidad que llevaba respecto de los demás, me era suficiente. Al girar en la última boya, encarando el arco de la salida del agua en la arena, me di cuenta de que mis buenas sensaciones eran reales. A pesar de haber entrado de los últimos al agua, y encima con el grupo de pros y de federados de mayor nivel, tenía mucha gente tras de mi. Apenas me quedaban 300 metros y no me encontraba fatigado. De hecho pude acelerar y ganar algo de tiempo al cronómetro. Salí del agua en poco más de 30 minutos. A menos de 2 minutos los 100 metros, lo cual para mi era todo una proeza. Hasta el momento no había sido capaz de bajar de 2'15" los 100 metros. Esto creo que fue un punto de inflexión en la carrera. Corrí como si no hubiera nadado hasta la bici. Veía la gente muy cansada y yo me sentía con fuerzas para adelantar compañeros incluso en la zona de transición. En apenas 5 minutos ya estaba sobre la bici. Y lo mejor estaba por llegar. Antes de comenzar me marqué como objetivo darlo todo en el agua y la bicicleta, para ver realmente mi nivel en estas dos partes. Y la carrera hacerla lo más dignamente posible, pero sin importarme el tiempo. Con esta estrategia me tiré a la carretera. Y volé. Volé como nunca lo había hecho en la bicicleta. Me acoplé a grupos de corredores que iban muy rápido. Cogíamos los 42, 43 km/h de forma sostenida, llegando a puntas de 48 km/h. No me lo podía creer. Y cuanto más velocidad cogía, más fuerte me sentía. Es increíble el poder de la mente en una prueba de fondo. Una vuelta, dos, tres... hasta llegar a la cuarta y ultima vuelta para completar los 40 kilómetros de la bicicleta. Había ido tan fuerte que dudaba si sería capaz de mantener el ritmo. Pero pensé que ya no tenía nada que perder y si mucho que ganar si conseguía mantenerlo. Y decidí apretar los dientes y meterle caña. Y acerté. Conseguí no solo mantener el ritmo sino mejorarlo. Pasaba ciclistas con una facilidad que me sorprendía. Y así, acabé esta parte con una media de 35 km/h. Si me lo hubieran dicho antes de empezar no lo hubiera creído. Y menos después de haber nadado 1500 metros a tope. Dejé la bicicleta y el casco en la percha, cambio de bambas y salí disparado. Ya solo me quedaba la carrera a pie y disfrutar. Lo que hubiera tenido que demostrarme ya lo había hecho. Y aún así, seguía con fuerzas para correr a un ritmo muy alto, cercano a los 5 minutos por kilómetro. Miraba mis pulsaciones y no subía de 150-160. Iba genial. Y lo mejor, con un ritmo sostenido, sin bajarlo. Ayudado por la ilusión, y algún que otro gel, entre en meta en 2h 36', haciendo un parcial de 51' en los 10 kilómetros a pie.



Entré en meta con una alegría tal, que apreté los puños y solté un grito yo creo que de descompresión mental, más que de otra cosa. Llevaba más de 3 meses entrenando prácticamente dos horas diarias y necesitaba, aunque no lo quería reconocer en voz alta, un resultado como este. Algo que me demostrara que todo el esfuerzo y sacrificio que estaba haciendo merecía la pena. Que trabajando duro se obtienen resultados. Y sobretodo, quedarme con la sensación de que voy por el buen camino. Que si me respetan las lesiones y consigo mantener y cumplir mi plan de entrenamiento, tengo posibilidades reales de acabar el Ironman, y quien sabe si incluso de hacer un buen tiempo.

De momento, sigo disfrutando del recuerdo y de las sensaciones del triatlón de este domingo. Y por supuesto, como esto no para, ya preparando la siguiente y última gran prueba antes del ironman. El half de Lauragais del próximo 5 de julio. Además contaré con mis mayores fans, Elisenda, Ainara y Aitor que vendrán a animarme y a pasar juntos del fin de semana. Con su aliento, no habrá quien me pare.

Si este half ironman me sale solo la mitad de bien que el triatlón de la garmin, y encima con mi familia dándome ánimos, ya no necesitaré mucho más para encarar la recta final de esta aventura.

Seguiré paso a paso. Sin prisa, pero sin pausa.