lunes, 28 de septiembre de 2015

Llegando al final del camino

Apenas 6 días me separan del final de este viaje. Y llego exhausto.

Una de las consecuencias del cansancio en la recta final ha sido incluso el no haber tenido fuerzas para escribir en el blog. Aunque cueste creer, llegué a un punto en que sólo pensar en tener que revivir las experiencias de cada semana se me hacía una tortura.

Agosto fue un mes especialmente duro. Al calor sofocante hubo que añadir que mi cuerpo empezó a dar señales de estar realmente agotado. Mentalmente me costaba encontrar motivación para seguir entrenando cada día, dos, tres horas entre semana, dobles sesiones, o más de cien kilómetros en bicicleta durante el sábado para correr al día siguiente otras dos o tres horas.

Es curioso. El objetivo lo tenía claro. Sin embargo, en mi cabeza parecía pesar más el cansancio físico y mental que la ilusión por el Ironman. Son tantas semanas, tantos días, tantas horas entrenando sin parar, que a la ilusión normal y esperada del principio, le acaba sustituyendo con el tiempo, la monotonía y la rutina. Conoces el objetivo, pero ya no parece real porque nunca llega. Otro factor importante que jugó en mi contra fue la soledad en los entrenamientos. Había leído mucho al respecto. Al final el triatlón no deja de ser un deporte individual, pero no es lo mismo entrenar solo que en grupo. Especialmente las tiradas largas en bicicleta. Cuando llevas cuatro o cinco horas subido a la bicicleta, te duele la espalda, los brazos, el culo ya ni lo sientes. Y piensas: "Aún me queda una hora o dos. Y esto no es nada. El día del Ironman tendré que hacer esto después de más de una hora nadando. Y después de bajarme de la bicicleta me tocará correr un maratón... ¿pero que hago yo haciendo esto si solamente soy un tipo normal? Esto no está hecho para mi..." Y solo quieres volver a casa...Esos momentos son los que te hacen dudar de ti mismo, de tu capacidad y del nivel de tu preparación. Dudas de si habrás entrenado correctamente, las suficientes horas, con la suficiente intensidad. Si tu cuerpo responderá como esperas o si simplemente aguantará las doce o trece horas que pueda estar nadando, en la bicicleta o corriendo durante el día de la prueba.

Las horas que pasas en la piscina también son eternas. Tan solo escuchas el ruido que hacen las burbujas cuando sueltas el aire. Bajo el agua solo ves el contorno de otras personas. Con suerte, tal vez roces un brazo y te recuerde que hay más gente a tu alrededor aunque llegue un momento en que pierdas conciencia de ello. Pero te encuentras solo. Largo, tras largo. Giro tras giro al final de cada piscina. Haces sesenta largos, setenta, ochenta.... Las burbujas al expirar son tu única compañía. Miras tu cronómetro y piensas ... "venga tío, solo te quedan mil quinientos metros, sesenta largos más y a la ducha..." Y lo ves un mundo. Había oído que los nadadores llegan a contar el número de baldosas del fondo de la piscina y pensaba que era una exageración. No lo es. Yo lo he hecho.

Y corriendo... corriendo haces lo que puedes. Suele ser la última de las dobles sesiones entre semana. Y ya las comienzas agotado. Y te convences de que por muy cansado que te encuentres, el día del Ironman pagarías por encontrarte así durante la maratón, porque seguro que estarás peor. Y sigues corriendo.

Compex, hielo, antiinflamatorios, pasta y arroz integral, geles, recuperadores, bebidas isotónicas, plantillas, pastillas de sal... son palabras que repites una y otra vez. Forman parte de tus pensamientos como un mantra. Vas a trabajar y lo ves como un descanso en tu rutina diaria. Ves a tus hijos y te parece un regalo porque apenas los ves. Y piensas de nuevo ..."Venga Álvaro. Esto lo haces en parte por ellos, para que se sientan orgullosos de ti, es el precio a pagar para llegar a ser su Ironman particular". Te sugestionas, tal vez te engañas pero al final, sus miradas, sus ánimos, son los que consiguen que saques fuerzas y ánimos de donde no hay. Y así te vas a la cama. Te dejas caer agotado y te quedas dormido mientras tu mujer te pregunta como te encuentras, si necesitas algo... No la puedes ni contestar. Rendido, caes dormido casi al instante. Y al día siguiente, vuelves a comenzar.

Así pasé agosto y lo que llevamos de septiembre. No me he saltado apenas sesiones de entrenamiento. Tan solo una semana que dediqué a ir de viaje en vacaciones con mi mujer, mis hijos y unos amigos. Y viéndolo con perspectiva, lo que al principio pensé que sería un obstáculo, un freno en mi preparación, fue decisivo para recuperar energía, ganas, pero sobre todo confianza.

Necesitaba parar. Tal vez no físicamente. Pero si mentalmente. Necesitaba recordar la sensación de levantarme un día sin estar obsesionado en nadar cuatro kilómetros, correr veinte o pasar la mañana subido a una bicicleta. Necesitaba desayunar tranquilo con mis hijos, pasear sin prisas con mi mujer o mantener una conversación con unos amigos.

Y de esta forma conseguí recuperar la ilusión. ¿Cómo? Echando de menos mi objetivo. Recordando para qué me he esforzado tanto durante tantos meses. Visualizando una vez más el día del Ironman.

Y así comenzó septiembre. El mes clave de mi entrenamiento, tanto por volumen (en torno a las 15 horas semanales) como por la proximidad con el día de la prueba, el próximo 4 de octubre.

Las fuerzas siguen siendo justas. Las horas invertidas en los entrenamientos no perdonan. Pero a la vez comienzo a recuperar la inversión. Estoy muy fuerte. Acabo las sesiones largas bastante entero. Y la semana pasada participé en las diez millas de la dam tot dammloop de Amsterdam corriendo a un ritmo de menos de 5 minutos por kilómetro, lo cual es un ritmo buenísimo para mi. Y acabé con la mejor sensación en los 6 años que llevo participando. Eso fue una inyección de ánimo brutal.

El trabajo ya está hecho. Ahora solo me quedan unas pocas sesiones de adaptación hasta el domingo.

Tan solo un obstáculo que no se como acabará puede poner en riesgo mi participación. Desde hace cuatro días tengo un dolor en la cadera que me impide correr en condiciones. Hoy tengo visita con el traumatólogo. No se que me dirá, pero lo que tengo claro, es que ahora ya no me podrá parar nada.

Tal vez la cadera no me permitirá llegar al 100% como esperaba. Pero llegue como llegue nadaré y montaré en bicicleta haciéndolo lo mejor posible. Y corriendo la maratón... pues será una incógnita, pero mientras pueda correr correré, cuando ya no pueda andaré... y si ni siquiera puedo andar, gatearé. Pero no pararé hasta cruzar la meta o hasta que me descalifiquen los jueces por haber superado el tiempo máximo para llegar.

Atrás quedan más de 150 kilómetros nadados, 2800 kilómetros en bicicleta y 900 kilómetros corriendo desde que empecé esta aventura, hace apenas 7 meses. Más de lo que jamás pensé que pudiera aguantar mi cuerpo. Pero lo ha hecho y ahora solo me queda ponerle la guinda al pastel.

Nos vemos el próximo domingo a las 8:45 en la playa de Calella.

Papá, va por ti !